DE
ANTON CHEJOV 1860-1904
Teatro
General San Martín-Sala Martín Coronado, de Miércoles a Domingo.
La
deficiencia del ser humano no es la pobreza o carencia de bienes materiales,
sino la incapacidad de entender el paso del tiempo, las transformaciones, las
pérdidas y su propia decadencia. Eso es lo que muestra este “clásico” teatral
estrenado en 1904.
Esa
aparente simpleza de Chejov, que logra presentar ante los ojos del espectador
temas fundamentales en la vida contando una historia común: el paso del tiempo,
el pasado irrecuperable, las nuevas generaciones ocupando inexorablemente los
espacios que dejan las anteriores, las trasformaciones constantes de las
circunstancias que condicionan al hombre, todo presentado con un desarrollo
fluido, sin grandes desvíos que distraigan de la trama principal. No esuna
historia compleja ni tiene final sorpresa. Nada pasa y pasa todo.
La
historia es simple: una familia aristocrática propietaria de una hacienda con
un bosque de cerezos que rodean la casa principal en la Rusia del siglo XIX. No
quieren o no pueden cambiar su forma de encarar la vida, para ellos no ha
llegado la Revolución Industrial ni los cambios sociales, que al final los van
a arrastrar a ellos como un tsunami.
En un
espacio escénico deslumbrante, de una imaginación y perfección técnica pocas
veces vista. Proyecciones con animación, realmente caen las hojas de los
cerezos!, gran profundidad, y un muy
buen aprovechamiento de las posibilidades de una sala como la Martín Coronado
del Complejo teatral General San Martín, única en el país.El vestuario es
exquisito, con diseños y colores que dan la sensación justa de verosimilitud
para mostrar la apariencia de esa aristocracia venida a menos de la Rusia
decimonónica. Estos dos rubros son mérito de Eugenio Zanetti, de extensa
trayectoria en nuestro medio (no olvidar su Drácula en el Teatro Odeón de
Buenos Aires con dirección de Sergio
Renan en el año 1979 entre tantas otras) y ganador de un muy merecido
premio Oscar en 2000 en Hollywood por dirección de arte. El diseño espacial y
escenográfico tiene por partes iguales algo de material y de etéreo al mismo tiempo.
La
dirección de Helena Tritek es, como siempre, una de una precisión de relojería,
pero no se notan los artificios mecánicos, sólo se intuyen.
Las
actuaciones son excelentes. Empezando por Cristina Banegas, una de nuestras
mejores actrices, una constelación de matices y
recursos profesionales, jugando el papel principal, como Liuba, la gran
dama que siempre está con una corte de sirvientes, familia y vecinos, pero que
en realidad está con miedo a perderlo todo y fundamentalmente y por sobre todas
las cosas está sola. Vuelve de París para recuperar su propiedad y la felicidad
de su infancia, y no logra ni una cosa ni la otra.También destacamos la
actuación de Alejandro Viola, en un rol que no estamos acostumbrados a ver
dentro de sus trabajos. Todos tienen un buen nivel interpretativo, con actores
como Mario Alarcón, Gustavo Rey, y actrices como Maruja Bustamante y esa gloria
de Nelly Prince. El papel de Esteban Meloni (que representa aTrofímov el
intelectual que descree de los bienes materiales y apuesta por la libertad y el
idealismo) está hecho con fervor y oficio.
Todos
han brindado lo mejor hasta los bailarines y los músicos.
Obra
para no perderse, en resumen, de esas en que uno sale de la sala reflexionando
sobre temas muy profundos. Y con la sensación de que todos en algún momento hemos
perdido en el pasado algún jardín o la
infancia ola juventud.
ALBERTO
DI NARDO