lunes, 1 de septiembre de 2014

EL JARDÍN DE LOS CEREZOS
DE ANTON CHEJOV   1860-1904
Teatro General San Martín-Sala Martín Coronado, de Miércoles a Domingo.

La deficiencia del ser humano no es la pobreza o carencia de bienes materiales, sino la incapacidad de entender el paso del tiempo, las transformaciones, las pérdidas y su propia decadencia. Eso es lo que muestra este “clásico” teatral estrenado en 1904.

Esa aparente simpleza de Chejov, que logra presentar ante los ojos del espectador temas fundamentales en la vida contando una historia común: el paso del tiempo, el pasado irrecuperable, las nuevas generaciones ocupando inexorablemente los espacios que dejan las anteriores, las trasformaciones constantes de las circunstancias que condicionan al hombre, todo presentado con un desarrollo fluido, sin grandes desvíos que distraigan de la trama principal. No esuna historia compleja ni tiene final sorpresa. Nada pasa y pasa todo.

La historia es simple: una familia aristocrática propietaria de una hacienda con un bosque de cerezos que rodean la casa principal en la Rusia del siglo XIX. No quieren o no pueden cambiar su forma de encarar la vida, para ellos no ha llegado la Revolución Industrial ni los cambios sociales, que al final los van a arrastrar a ellos como un tsunami.

En un espacio escénico deslumbrante, de una imaginación y perfección técnica pocas veces vista. Proyecciones con animación, realmente caen las hojas de los cerezos!, gran profundidad,  y un muy buen aprovechamiento de las posibilidades de una sala como la Martín Coronado del Complejo teatral General San Martín, única en el país.El vestuario es exquisito, con diseños y colores que dan la sensación justa de verosimilitud para mostrar la apariencia de esa aristocracia venida a menos de la Rusia decimonónica. Estos dos rubros son mérito de Eugenio Zanetti, de extensa trayectoria en nuestro medio (no olvidar su Drácula en el Teatro Odeón de Buenos Aires con dirección de Sergio  Renan en el año 1979 entre tantas otras) y ganador de un muy merecido premio Oscar en 2000 en Hollywood por dirección de arte. El diseño espacial y escenográfico tiene por partes iguales algo de material y de  etéreo al mismo tiempo.

La dirección de Helena Tritek es, como siempre, una de una precisión de relojería, pero no se notan los artificios mecánicos, sólo se intuyen.

Las actuaciones son excelentes. Empezando por Cristina Banegas, una de nuestras mejores actrices, una constelación de matices y  recursos profesionales, jugando el papel principal, como Liuba, la gran dama que siempre está con una corte de sirvientes, familia y vecinos, pero que en realidad está con miedo a perderlo todo y fundamentalmente y por sobre todas las cosas está sola. Vuelve de París para recuperar su propiedad y la felicidad de su infancia, y no logra ni una cosa ni la otra.También destacamos la actuación de Alejandro Viola, en un rol que no estamos acostumbrados a ver dentro de sus trabajos. Todos tienen un buen nivel interpretativo, con actores como Mario Alarcón, Gustavo Rey, y actrices como Maruja Bustamante y esa gloria de Nelly Prince. El papel de Esteban Meloni (que representa aTrofímov el intelectual que descree de los bienes materiales y apuesta por la libertad y el idealismo) está hecho con fervor y oficio.

Todos han brindado lo mejor hasta los bailarines y los músicos.

Obra para no perderse, en resumen, de esas en que uno sale de la sala reflexionando sobre temas muy profundos. Y con la sensación de que todos en algún momento hemos perdido en el pasado algún jardín o la infancia ola juventud.


ALBERTO DI NARDO
TEATRO- “ DON JUAN Y FAUSTO”

De Christian Dietrich Grabbe. Elenco: Nicolás Balcone, Ariel Leyra, Zuleika Esnal, Emiliano Carrazzone, Fernando Iglesias, Alejandro Mazza, Eva Matarazzo, Esteban Maggio, Laura Serial. Puesta en escena y dirección: Daniel Suárez Marzal y Gonzalo E. Villanueva.
Palacio Barolo- Avenida de Mayo 1370, Domingos 20 horas.


“Don Juan y Fausto”, del alemán Christian Dietrich Grabbe (1801-1836), narra el encuentro de estos dos personajes míticos, referentes de la cultura latina y germánica, y su enfrentamiento por la misma mujer, Doña Ana, síntesis de la femineidad y el deseo.
La acción transcurre en Roma, adonde Don Juan viajó acompañado por su fiel sirviente Leporello, en busca de aventuras y con el objetivo de conquistar a doña Ana, quien pronto se casará con Octavio.

Al mismo tiempo, Fausto invoca al Demonio en la figura del Caballero para consultarle por el fin último de las cosas, quien se lo resume en el Amor, encarnado en esa misma mujer. Es así como Fausto pergeña una estrategia para correr de su camino a Don Juan, raptar a Doña Ana y llevarla a su castillo en la cumbre del Montblanc. Hasta allí irá Don Juan para enfrentarse con Fausto.

Ante la negativa de Doña Ana a acceder al amor de Fausto, éste la asesina. En el último enfrentamiento entre los dos personajes principales, el triunfador será el Caballero, quien poseerá finalmente sus almas y se declarará victorioso por sobre el egoísmo y la arrogancia humanas.

La obra fue montada por primera vez en Hispanoamérica en 2013 por esta misma compañía y constituye un hito destacable de la dramaturgia, ya que convoca a dos personajes universales de la literatura y el teatro. Este hecho de intertextualidad, habitual en tiempos posmodernos, presenta momentos de gran originalidad.

Sólido elenco y una precisa puesta que aprovecha todas las posibilidades del sótano del Barolo. Nada mejor que las entrañas de este edificio inspirado en la Divina Comedia del Dante, con inscripciones en sus columnas y cúpulas que nos recuerdan el infierno, el purgatorio y el paraíso.

Quien obra mal en su vida, termina mal, como aquellos que desafían y pactan por su alma con la banalidad y la ambición, ya sea de dinero, poder, mujeres o eterna juventud. En el final entra en escena la inexorable muerte como tema recurrente, tan antiguo y siempre actual.

Tarde o temprano llega el castigo, que no es humano, sino celestial. O para decirlo según la sabiduría popular: Quién mal anda, mal acaba.

ALBERTO DI NARDO