MERCEDES
SIMONE
EL Tango y la Dama
El estudio de Radio Belgrano
tenía un aspecto de iglesia en los instantes previos a misa, mucho público, en silencio absoluto, en
recogimiento podría decirse, los
asistentes corriendo de aquí para allá, los técnicos ocupados con los últimos ajustes, el director
y sus colaboradores dando las instrucciones finales.
Una hermosa
mujer, vestida elegantemente y con un vistoso abrigo repasaba, ya parada frente
a uno de los micrófonos, una partitura.
A su lado los
músicos, de riguroso traje negro,
afinaban sus instrumentos. La expectativa era grande: claro, a esa estrella la
habían contratado por 7200 pesos mensuales, por cuatro audiciones semanales a
diez canciones por cada una; su registro de mezzosoprano, a excepción de Rosita Quiroga, no era
habitual, todas eran sopranos ligeras, aunque Azucena Maizani alcanzaba una
amplitud de registro hasta los graves y Ada Falcón lograba tonos bajos. La
cifra pagada era toda una fortuna para 1937, más de lo que se le había pagado a Azucena.
La postura de
la estrella demostraba firmeza, seguridad y profesionalismo.
De pronto una
orden, unas señas a los operadores del otro lado del vidrio, algunos
colaboradores que agachados corrían a sus lugares, un locutor que se encaminaba
a su micrófono, una luz roja adosada a una de las paredes del estudio que se
encendía junto a un cartel con la palabra “silencio” en grandes
letras negras. Gestos al público para que comenzara a aplaudir, el estruendo a
continuación, y la voz engolada del “speaker”
anunciaba: “ Señoras y señores, respetable público, queridos oyentes de LR3 Radio Belgrano y la primera broadcastings
de emisoras argentinas, es un placer
para mí presentar después de su gira por Brasil a una de nuestras grandes
artistas internacionales, la ‘Dama del Tango’:¡ la señora Mercedes
Simoneeeee...!!!”; y el clímax: los aplausos y los primeros acordes de
“Cantando”.
Su niñez y adolescencia, sus primeros trabajos
Mercedes Celia Simone nació en una quinta ubicada en Camino del
Centenario y avenida Arana, en Villa Elisa, localidad cercana a La
Plata , provincia de Buenos Aires, el 21 de abril de 1904. Sus
padres fueron Matilde Suárez, nacida en
la localidad de Las Flores, y José
Simone, nacido en Catanzaro, Calabria, Italia. Su padre era cuidador de
caballos, atendía personalmente los destinados al carruaje de Dardo Rocha
(cuentan que una vez, Rocha muy agradecido por su trabajo le quiso otorgar una
hectárea a la entrada de la ciudad de las diagonales, pero Simone se negó a
aceptarla). En realidad, la familia vivía en la capital bonaerense pero a su
padre le habían encomendado cuidar esa propiedad por un tiempo; esa fue la
razón de su fortuito nacimiento en ese pueblo. El matrimonio había tenido su
primera hija: Josefa, en 1902. Cuando Mercedes tenía diez meses sus padres se radicaron
en la capital de la provincia, calles 48 y 15, donde vivieron hasta 1914
en que se mudaron a la calle 19, entre 62 y 64, y definitivamente en 1919 a la 64 y la 8.
A los seis años cantaba en el colegio
Sagrada Familia, radicado en la calle 15 entre 51 y 5; las monjitas iban
a enseñarle, además de su instrucción primaria, tejido, costura y la fe
religiosa que la acompañaría toda su
vida. Su sueño era ser bailarina pero el destino le tenía preparado otro camino.
A los trece ya trabajaba como costurera en el taller de la tienda “La Francesita ” de la calle
17, entre 72 y 73; además armaba las
cajas de los populares fósforos "Victoria”
(aquellas cajitas que tenían una gomita para facilitar la apertura), dos años después ingresó como empleada en la
imprenta Benavídez-Charlone en la calle 8;
justamente ahí conoció en 1923 al que sería su marido, con el que contrajo matrimonio el 24 de
noviembre del mismo año, además de compañero artístico: el guitarrista Pablo
Rodríguez.
La pareja se mudó a Villa Elisa, donde Pablo puso una
peluquería.
Por esa época adquirió un bandoneón y comenzó
a tomar clases con el maestro Domingo Bozzarelli, quien le hizo ver las
dificultades que tendría para ejecutar dicho instrumento sugiriéndole que
continuara con el canto.
Su debut profesional
Casi por azar
debutó como cantante, en 1926 cuando acompañaba
al dúo integrado por su esposo: Rodríguez y Longo, en una gira por Bahía
Blanca, más exactamente tenían que
presentarse en el café-biógrafo “Los Dos Chinos”, Longo enfermó y para salir
del paso alguien sugirió que lo reemplazara Mercedes. Y así sucedió, los
aplausos de la platea y los encendidos
elogios indicaron que ese era su camino.
Continuaron
la gira por Mar del Plata, Tres Arroyos, Tandil, Azul y Olavarría; también se
presentaron en el “ Café del Turco Amado” en Ensenada y en el bar “La Marina ” de la ciudad de La Plata.
La consagración
De
regreso en Buenos Aires, ya como
solista, y gracias a un amigo en común de Edgardo Ribot, violinista de Ernesto
de la Cruz
(autor de “El ciruja”), se presentó el 12 de octubre de 1926 en el café “El
Nacional”, Corrientes 974, la “catedral del
tango”, cobrando cuarenta pesos por noche. Más tarde actuó en el suntuoso “Chantecler”, Paraná 440, acompañada por
Rodríguez y Reynaldo Baudino, donde
según una versión captó la atención de Rosita Quiroga (des-pués amiga de
toda la vida), que buscaba voces para el sello discográfico Victor; otra versión adjudica a Juan Carlos
Casas el nexo entre la artista y la grabadora.
Con su
pequeña hija, Dora Matilde, nacida el 3 de octubre de 1924, el matrimonio se radicó en Buenos Aires, en
una pensión de la avenida de Mayo, luego se trasladaron a la calle Picheuta,
posteriormente en una casa de Villa Devoto donde nació su segundo hijo: Oscar,
el 20 de julio de 1930; finalmente se mudaron a la calle Emilio Mitre 781.
Su estilo vocal grave y mesurado, su técnica
depurada, su exacta afinación y perfecta interpretación, tuvieron rápida
aceptación.
Su esposo,
además de guitarrista, era su representante y secretario.
Ya
consagrada, sus presentaciones en el teatro Empire, de Corrientes y Maipú,
lugar reservado a las grandes figuras del momento, eran un verdadero
acontecimiento y en el Follies Bergêre, en donde una noche la escuchó Carlos
Gardel.
El teatro
Florida también engalanó la marquesina con su nombre y en el
Nacional, Corrientes 960, integró el cuadro final en las presentaciones
de la compañía de Pepe Arias y Pepita Muñoz.
La participación más importante en un escenario teatral fue con la
compañía de revistas del teatro Maipo encabezada por Gloria Guzmán en 1939.
Trabajó desde 1932 a
1936 en Radio Splendid y también en Radio El Mundo y Radio Argentina.
Pablo Osvaldo
Valle la contrata para LOY Estación Flores, que con el tiempo pasó de ser Radio
Nacional a denominarse LR3 Radio Belgrano. No faltaban los patrocinadores para
sus intervenciones radiales, Cafiaspirina y Sidra La Farruca por citar un
ejemplo.
Al mismo
tiempo siguió con sus actuaciones en cines de la Capital y el Gran Buenos
Aires, con el acompañamiento del pianista Eduardo Ferri.
Entre 1934 y
1936 estudió canto con el cantante lírico Aldo Rossi; es asombroso que esta
haya sido la única preparación formal musicalmente hablando. Este dato nos da
una dimensión de su talento y sus dotes naturales.
En el cine
Ya en
1933 era una figura
consagrada; por eso fue convocada para
intervenir en la película “Tango” dirigida por Luis Moglia Barth, donde
interpretó su tema “Cantando”, producida por Argentina Sono Film, primer
largometraje con sonido óptico incorporado de nuestro país. Fue en realidad
una revista musical que presentaba a
todas las grandes figuras del momento: Alberto Gómez, Alicia Vignoli, Azucena
Maizani, Luis Sandrini, Libertad Lamarque, Tita Merello, Juan Sarcione y las
orquestas de Pedro Maffia, Edgardo Donato, Juan de Dios Filiberto y Osvaldo
Fresedo, intervino también en “Sombras porteñas” (1936), dirigida por Daniel
Tinayre, y en “Vuelta de Rocha” (1937), de Manuel Romero, donde la acompañaba
un joven Hugo del Carril.
También
participó en “Ambición” en 1939, donde canta los tangos “Ambición” y
“Vendaval”. En 1949 se destacó en
"La otra y yo", en donde, además de cantar, dobló
en “Pena mulata” a la actriz
Amelia Bence.
En realidad,
no tenía interés en trabajar más en cine porque consideraba que no era actriz y
no quería descuidar su carrera como
cantante, privilegiando sus presentaciones en radio y en recitales en vivo.
Eterna viajera
Las giras
fueron una actividad permanente durante toda su vida. Realizó varias por Latinoamérica con larga permanencia en
Uruguay (muy recordadas fueron sus
intervenciones en CX16 Radio Carve de
Montevideo); justamente el 3 de febrero de 1933, con la compañía de revistas
del teatro Maipo, cantó en el teatro Solís de Montevideo “Milonga sentimental”,
inscribiendo en la historia la famosa anécdota:
luego de escucharla el poeta Fernán Silva Valdés le expreso: “Dígale a
ese joven Piana, que usted me dice que es el autor, que él es la milonga
misma”.
A Chile viajó en varias oportunidades en 1935,
1939 y 1944; asimismo se presentó en Perú, Panamá y Cuba (en este último país
en tres ocasiones, trabajando en el teatro Nacional de La Habana y en Radio CMQ). En
1934 actuó en Brasil en el Casino de Urca, en la isla de Guaruyá, y en Radio
Tupí, donde fue acompañada por Héctor Stamponi. A este país retornó en 1939,
pero a la ciudad de San Pablo, donde la acompañaron Víctor Buchino en piano, Roberto Garza en bandoneón y
Enrique Cantore en violín, presentándose en Radio Difusora, y ya en Porto
Alegre, en Radio Farrupila y Radio Gaucha. En 1944 volvió a Río de Janeiro,
donde llegó a cantar para las tropas que se estaban
embarcando hacia el continente europeo.
En 1940 llegó a México y se presentó en
Radio XCW; luego en 1942 retornó y actuó en el lugar nocturno “El Patio”, el
mismo lugar donde cuatro años más tarde se presentaría otra estrella argentina:
Libertad Lamarque. Su pianista en esa oportunidad era Juan Carlos Cambón; con él y su orquesta grabó ocho temas en su
segunda visita en 1945. En la capital azteca fue donde la bautizaron “La Dama del Tango”.
En este mismo
año viajó a República Dominicana, actuando en la Radio La voz de Yuma.
También estuvo en Venezuela, pero en el país donde más tiempo permaneció y se presentó fue Colombia, donde en 1959 grabó con Cristóbal Herreros.
Sebastián
Piana la acompañó durante cinco años con su trío integrado por Roberto Garza en
bandoneón y Oscar Kohan en violín; trabajaron en todo el país, incluyendo una
gira por la Patagonia
que realizaron en un automóvil marca Hudson, que en esos caminos sin pavimentar
se quedaba frecuentemente "en la huella". Es conocida la anécdota que
sucedió en esa gira. En uno esos accidentados viajes, llegaron a Puerto Deseado
a las cuatro de la mañana, todo el pueblo estaba esperándolos; los músicos y la estrella pidieron solo unos
minutos para refrescarse y sacarse los "mamelucos" y pañuelos que los
protegieron durante el viaje del inclemente clima patagónico. Y en pocos
minutos, ya vestidos de "artistas"
y dando un ejemplo de profesionalidad, actuaron ante el fiel público.
Luego Piana sería reemplazado por el maestro
Carlos García.
Realizó un viaje a Cuba en 1955, donde permaneció
siete meses, de ahí partió en gira a Perú, Ecuador, Venezuela y Chile.
Su repertorio y composiciones
Sus primeras
grabaciones fueron registradas el 15 de
diciembre de 1927: “Estampa Rea”, de Eduardo de Labar y Alfredo Navarrine, y “El morito”, de Oscar Roma y Eugenio
Cárdenas. Estas iniciaron un largo y fructífero período en el cual a lo largo
de cuatro décadas la artista plasmó en el disco con exquisita calidad su arte.
A partir de 1929 el acompañamiento de guitarras es reemplazado por la Orquesta Típica
Victor.
“Milonga
Sentimental”, de Homero Manzi y Sebastián Piana, la grabó el 4 de octubre de 1932;
posteriormente llevaría al disco todas las milongas de este dúo autoral.
Al regreso de
una gira por Río de Janeiro trajo una canción de Joracy Camargo y Kekel
Tavares: “Favela”, que fue registrada el 27 de junio de 1934.
“Háblame de
amores, Mariú”, “Milonga triste”, “Milagro”, “Será una noche”, “India”, fueron
registradas, entre los años 1936 y 1937. El vals “Noche de Ronda” de Agustín
Lara, el 11 de mayo de 1937, y
“Cantando”, compuesto por ella, fue llevado al disco por primera
vez el 13 de agosto de 1931, con la
orquesta típica de Adolfo Carabelli. Luego en 1937 y 1953 volvió a llevarla al
disco. Esta melodía la utilizaba como cortina musical en sus presentaciones;
era, además, su preferida. Canta a dúo en estas grabaciones iniciales en
algunas oportunidades con Alberto Gómez y en otras como en el vals “No le
quiero mirar”, con Carlos Lafuente. En 1933 registra con la orquesta de
Francisco Lomuto el vals “Lo que vieron mis ojos” a dúo con Fernando Díaz.
Algunas de
las orquestas que la acompañaron en las sesiones de grabación fueron las de Roberto Garza y Emilio Brameri.
Hay registros muy curiosos, como por ejemplo: “Mi
amor lloró”, un samba dulcísimo, el cual
canta a dúo consigo misma. Es un interesante ejercicio volver a escuchar
“Cacareando”, de agosto de 1933 y “Cuando no queden esperanzas”, de julio de
1940; ambas interpretadas a dúo con su amigo Charlo.
Compuso
“Oiga, agente” (1928) y “Angustia” (1928), “Inocencia” (1929), “Ríe, payaso,
ríe”, “Zapatos blancos” (1930), “¡Gracias..., gracias a Dios!” (1934),
“Incertidumbre” (1940) y “Tu llegada” (1966).
Solamente en
nuestro país fijó en el surco doscientos cuarenta y seis temas, de los estilos
más variados.
Las últimas versiones
las realizó con la orquesta de Emilio Brameri entre 1966 y 1967 para el sello H
y R.
Perfil bajo
Ya con una
situación económica holgada se mudó a su cómoda casa de Emilio Mitre 781, en la
cual habitó hasta 1948. Todos sus amigos recordaban sus espléndidas cenas,
donde ella misma preparaba todos los platos; le gustaba cocinar y agasajar a
sus seres queridos.
En 1948 se
mudó a su nuevo domicilio: Acoyte 481, donde vivió hasta 1960.
Cultivaba un
bajo perfil, disfrutaba de su familia y llevaba una vida austera. Hay una
anécdota que ejemplifica bien su humildad: en 1948, Atilio Renzi, funcionario
del gobierno, la citó para una audiencia con la señora Eva Perón. Cuando
Mercedes llegó con su hija Dora al despacho de ésta en el Concejo Deliberante de
la calle Perú, esperó su turno como una ciudadana más; al encontrarse con la
primera dama, a la cual conocía anteriormente del medio artístico, e incluso en
una oportunidad Eva había participado de una cena en su casa de la calle Emilio
Mitre, le preguntó el motivo de su
convocatoria. Eva, con su estilo directo le espetó: “Para verla,
simplemente, no tenía otra manera, a
usted no se la ve en reuniones ni actos”. Y mirando a su hija Dora le preguntó
a boca de jarro: “¿De qué trabajás?”, a lo cual la joven contestó: “No, soy ama
de casa, me casé hace poco”. “De ninguna manera – insistió -, una mujer debe
trabajar en algo, mañana me lo vas a ver a fulano de tal en la Dirección de Correos, él
te va a indicar tu lugar de trabajo”. Ante tal firmeza no hubo apelación, Dora
trabajó más de treinta años en el servicio telefónico, donde se jubiló.
Sus últimos años
Abrió en 1966
su local de tango, que funcionó durante dos años, al cual bautizó “Cantando” en
la calle Cangallo 1185, en donde se presentaba acompañada por, nada menos, el maestro Lucio Demare.
En televisión
llegó a participar en el popular programa “Sábados Circulares”.
El 17 de
junio de 1969 la
Academia Porteña del Lunfardo realizó una sesión pública en
su honor.
Lentamente se
iba apagando la vida de una de las grandes figuras femeninas de la historia del
tango, que con su trabajo ayudó a
consolidar y difundir.
Vivió en un
departamento en Hidalgo 460 y en 1985 se mudó a su último domicilio, en la avenida Boedo, a metros de su cruce con
San Juan. Su hija Dora, que heredó el
humor y la expresividad de su
madre, en su lozana madurez, cuida hoy
amorosamente los recuerdos y el
ángel que dejó habitando en la casa esa mujer incomparable.
José
Gobello escribió: “La admiración que se
profesaba a Azucena Maizani estaba hecha
de cariño; la que se profesaba a Rosita Quiroga, de simpatía. A Mercedes Simone
se la admiraba respetándola. Infundía respeto y, dentro de las limitaciones del
público, una admiración casi intelectual...”.
Dijo Horacio
Ferrer: “Creadora de un estilo inconfundible, profundo, musicalmente
caracterizado por sus frecuentes portamentos y temperamentalmente definido por
su gran comunicatividad y su sentido dramático de la versión vocal para el que
cobró significativa importancia su gran belleza criolla. Su ductilidad le
permitió abordar con idéntica calidad
las más disímiles cuerdas poéticas y musicales del tango: lo cómico en
‘Chorra’, lo descriptivo en ‘Del suburbio’, lo evocativo en ‘Tiempos viejos’,
lo melódico en ‘Claudinette’, lo
canyengue en ‘Yo soy la milonguera’. Veinte años antes que Edmundo Rivero y en
labor precursora paralela a la de éste
entre los cantores, abrió para las cancionistas la brecha de las voces
de baja timbradura, proyectada luego en las modalidades de Margarita Silvestre,
Nelly Omar y Alba Solís y Susana Rinaldi entre otras”.
Una larga y
penosa enfermedad, más absurda aún si se quiere para una fina cantante como ella, la alejó de los
escenarios prematuramente.
Falleció en
Buenos Aires el 2 de octubre de 1990, en
la Clínica
Bazterrica.
Doña Mercedes
vivió casi todas las etapas del tango: gozó el éxito de las décadas del treinta
y el cuarenta, vivió la paulatina
declinación de la música popular en los cincuenta y sesenta. Sufrió la
indiferencia general hacia el tango en los
setenta, y seguramente sufriría
hoy al ver el género convertido en pegajosa moda, adocenado, con escasos poetas
dedicados al género, algunos muy buenos intérpretes, excelentes y jóvenes músicos pero también
miles de improvisados, que como esas noches oscuras no hacen más que
destacar la luz de una gran estrella:
ella, la “Dama” que sigue brillando.
Alberto Jorge
Di Nardo
Abril 2004
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